fuxida

Consumía os días
mimando a caixa de música
onde arrolaba as súas ilusións,
protexéndoa das unllas suxas
que asexaban a orixe dos seus sorrisos.

Tiña medo á noite.
Cada vez que pechaba os ollos
un carrusel de pesadelos
xiraba a velocidades vertixinosas amosándolle
as faces deformadas e as desencaixadas mandíbulas
que pretendían engaiolarlle os soños.


Unha mañá de chuvia, coa luz primeira,
decidiu botarse ao bosque
e non regresar.

Vomitou as toxinas coas que intentaran envelenala
e entregou a súa pel núa á terra.
Quería nacer de novo
fuxindo das intencións putrefactas
que tentaran enterrala viva.

Viaje a Toledo. Parte 1.

Nunca es tarde si la dicha es buena, y como me considero una persona bastante desmoriada, algo que puede ser bueno para ciertas cosas pero malo para otras, antes de que los sucesos y las visitas se me hagan un revuelto cerebral y no consiga colocar cada cosa en su sitio, intentaré relatar el viaje que nos hemos permitido, hace ya algunos fines de semana. Puede que a estas alturas muchas cosas ya estén descolocadas temporalmente, pero bueno, está claro que lo que voy a contar es con lo que me quedé. Si quien lee ésto ve que falta algo que considere de vital importancia, ruego que no lo tome a mal...

Sonó el despertador pocas horas después de que lo hubiese colocado en la sillita de noche (más alejada que la mesilla de noche, y por ello más dificultoso de apagar y seguir durmiendo). Sensación de excursión de la EGB, cuando no podías dormir porque estabas pensando todo el rato en lo que ibas a hacer, o preocupado porque a lo mejor no te dabas despertado y perdías el bus que te llevaba a San Pedro de Rocas -nunca fuí más lejos con los Salesianos-. Pues con esa sensación, mezcla de nervios y somnolencia, cogí el coche y me dirigí a tierras lucenses escuchando el Cedés que me había grabado previamente, pintarrajeado con el original título "VARIOS 1". Animado y espabilado por el volumen al que traía la música llegué a casa de Sol de Invierno, y nos pusimos rumbo a Toledo, ciudad que por fin me disponía a visitar después de estar intentando acercarme a ella durante años y nunca conseguirlo. Creo que todo ésto se remonta a una lectura juvenil, más concretamente "El Cristo de la Calavera", o "La Ajorca de oro", leyendas relatadas por Bécquer que me habían dejado una especie de poso cerebral, de querencia extraña por esa ciudad y por el ambiente que yo me imaginaba que debía de respirarse en esas callejuelas. La verdad es que no había visto, creo, ni una sola foto del interior de Toledo -del exterior sí, la típica vista desde la otra orilla del Tajo, pero pasaban los años y yo seguía teniendo esa imagen mental de Toledo provocada por la lectura del poeta melenudo. El caso es que allí nos íbamos.
He de dar aquí gracias a Sol de Invierno por aguantar no sólo el VARIOS 1, sino también el 2, el 3 y el 4...más de cuatro horas y media de recopilatorios personales, entre los que se encontraban Queen, Depeche Mode, The Cure, Echo and the Bunnyman, Queen, David Bowie, Bunbury, Los Heroes, Os Mutantes, Queen, etc...supongo que tal acto de bondad solo se entiende desde un sentimiento profundo de amor, respeto y dominio de los nervios. Gracias de nuevo. Yo, por lo menos, me divertí de lo lindo en el viaje...
La ruta a seguir era básica: tirar todo tieso hasta el desvío de Ávila, y de allí a Bargas, pueblo en el que nos hospedábamos que dista unos quince kilómetros de Toledo. De paso por Ávila pudimos observar las murallas, que provocaron un segundo de admiración en la copi, antes de que el recuerdo chauvinista de su ciudad natal impidiera todo elogio, y le hicieran pronunciar esa frase tan lucense..."BAH, PERO SÓLO TIENEN QUINIENTOS AÑOS"... y el caso es que no le falta razón...
Primera parada: Bargas. El Hotel Gran Capitán, situado en una zona polvorienta a las afueras del pueblo, al entrar, con su decoración kitch andalusí en las escaleras, sus carteles de toros horrorosos y su bar estilo área de servicio, parecía algo raro, pero lo peor estaba por llegar...